viernes, 3 de abril de 2009

La huida (II)

Faltaban pocas horas para el amanecer, y seguro que enseguida se darían cuenta de su ausencia y comenzarían la busqueda...
Le parecía que llevaba una eternidad tumbado en aquel jergón de paja. Le dolía el hombro y notaba los sentidos embotados. Recordaba vagamente lo sucedido, iba galopando en su yegua, notó un silbido conocido, el de una flecha de ballesta, instintivamente se hechó a un lado, y notó un fuerte golpe en el hombro. Le habían vuelto a traicionar. Volvió grupas en dirección a la capital, cuando vió unos cuantos mercenarios que venían en dirección al monasterio. Con las últimas fuerzas guió al animal por los senderos que llevan a las huertas y el resto se entrelaza con los sueños. Oyó que alguien le seguía y se escondió entre la maleza. Le pareció que era Jimena la que le ordenaba subir en la mula, pero no lo tenía claro. Después no recordaba nada, hasta que un dolor inhumano en el hombro le hizo ver a June y a Jimena extrayendo la punta de la flecha del hombro. Y luego de nuevo la oscuridad. Sin tener claro si eran sueños o realidad, recordaba a la mujer por la que se había cambiado de bando, darle caldos, un bebedizo amargo y notar sus manos acariciando su cuello, su cara y sus dedos.
Abrió los ojos, estaba todo oscuro. Alguien respiraba profundamente a su lado, en el suelo. Se incorporó y un pinchazo en el hombro le hizo soltar un gemido de dolor.
- ¿Enecco? - Susurró Jimena, que se había despertado al oirle moverse.
- ¿Jimena? ¿que haces aqui? - Comprendió que no había soñado, pero de repente se preocupó, por ella. - Tienes que estar helada tumbada en el suelo. Necesito ponerme de pie, y despejarme un poco, tumbate aqui mientras salgo un poco fuera, y descansa un poco - le dijo Enneco mientras se ponía de pie, aguantando el dolor. De repente, un mareo le hizo sentarse de nuevo. Jimena se acerco a él preocupada.
-¿te encuentras bien?
Le tocó la frente y la notó mucho menos caliente. Enneco cerró los ojos y aspiró el olor del cuerpo de ella. Entrelazó sus dedos con la otra mano de Jimena. Ella, bajó la mano de su frente, hasta su nuca.
- ven, acercate - dijo en un susurro Enecco. Sus bocas se encontraron. Sus lenguas se saborearon y se reconocieron mutuamente. Se tumbaron en en el jergón, abrazados, sin separar sus labios, mordisqueandose, con los ojos cerrados, disfrutando lo que tanto tiempo llevaban esperando. Jimena le abrazaba, sus manos recorrian la espalda, acariciaban el pelo negro. Enecco comenzó deslizando sus dedos por la columna de la mujer que lo había hechizado, recorriendo esa curva tan especial que marcaba el final de su espalda. Le levantó suavemente la camisola, y saboreó con su lengua cada uno de los pezones mientras ella se estiraba de placer. Subió, besando el cuello y con la mano recorría el vientre cuya piel suave reaccionaba a sus caricias. Notó el calor de Jimena, acarició despacio su pubis, descendió un poco mas y abrió uno a uno los labios, acariciando el clítoris. Ya no podían esperar mas. Se fundieron en uno deseando que esa noche no acabase nunca...

3 comentarios:

David-ator dijo...

alaaaaaa..!!!! y nosotros sin darnos cuenta de que era capitulo nuevo!!!
Pero luego no vengas con que era la fiebre eh??
Que nos conocemos!!

Casa Musurbil dijo...

Hombreeeee

No sé si le dolía mucho el hombro al hombre... Y la hembra parece que tenía hambre... ¡qué cosas!

Unknown dijo...

albertiko... si te pilla una k me se yo el domingo despues del auzolan... no te da ningún tirón!

y claro, un montón de horas a solas en un espacio pequeño, pues como que abren el hambre!