Jimena se dió media vuelta en el jergón, no tenía ganas de levantarse y además notaba frío el ambiente, a estas alturas del otoño.
Había sido noche de luna llena y había acudido con varios habitantes del lugar a la reunión realizada en la dolina de pisahundi para seguir con la tradición de sus padres y abuelos y agradecer a los viejos dioses de la tierra, del agua y del cielo. La noche estuvo cargada de tensión, porque desde hace unos años, los monjes persiguen estás prácticas y empiezan a sucederse las acusaciones de brujería.
Hoy espera un día duro y tedioso. Mientras Bernat, el padre de Jimena, pasará todo el día labrando en las tierras arrendadas al monasterio, ella y su madre Sancha, deberán terminar de escaldar y coser todas las vainas, para después colgarlas en la recocina y así conservar la excelente cosecha de alubia que la huerta ha dado este verano. Por lo menos tendrá tiempo de recordar como su corazón se aceleró al notar la mano de Iñigo, entrelazando sus dedos, mientras el anciano Beñat dirigía las oraciones de agradecimiento por la buena cosecha al viejo dios Ortzi.
Todavía sentía el cosquilleo y el calor de esa palma de la mano, que empezaba a endurecerse por el trabajo diario en el campo. Aunque lo que mas recordaba era el miedo que pasó, cuando oyeron un extraño y gurtural ruido en el interior del bosque, negro y con sombras provocadas por la redonda luna, que hizo que los hombres se removieran preocupados y echarán mano a sus dagas y cuchillos pensando que alguno de los seres del bosque se iba a presentar, enfadado por el abandono de las viejas costumbres....
2 comentarios:
Y pellas? había pellas? jajajj
Guay, guay esto va a toaleche!
¡Cómo vaya el Kaska!. Les va a espabilar a estos meapilas,... ¡chupacirios!
Groarrrrrhh
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