- Bah! - exclamó Sancha, - seguro que iría con un par de tragos de más, se habrá dormido en alguno de los carros de paja que van a Ollo y estará allí, esperando que vuelva alguno... con lo holgazán que es, ni para volver andando le dá!- La madre de Jimena hizo un gesto de hastío, y su mente voló muchos años atras, a cuando Martxel era joven y le rondaba siempre que bajaba al barranco de Zaia a lavar la ropa. -¡Ay ama! - contestó Jimena, - con lo bien que te lo pasas cuando estamos con ellos, y la pobre Maru, que no hace mas que chillarle y luego no puede estar sin él -.
Las dos se sumieron es sus pensamientos, Jimena, con la mente en el último encuentro con Iñigo. Sancha, recordando los viejos tiempos, en los que eran jovenes y no tenían mas preocupaciones que evitar las obligaciones que imponían los mayores.
Mañana tendrían que ir a lavar los trajes de fiesta, y darse un incomodo baño, calentando el agua rápido y llenando la bañera, utilizando los nuevos jabones de Izpilikua, ya que el domingo, el nuevo abad del viejo monasterio de Zaia, presidirá la misa de todos los santos.
Desde que llegó ha puesto bajo sospecha todas las celebraciones que se hacían en el lugar para celebrar esta fecha, el antiquisimo Xanduli Manduli y cualquier otra reunión para celebrar la unión entre el mundo de los gentiles y el nuestro, en donde los ancianos ponen en paz sus pensamientos, para ir preparandose a servir a los grandes seres.
Además se comenta, que este nuevo abad quiere hacer meritos para ascender y poder llegar a competir por ser el abad de Leyre, con lo que intentará por todos los medios hacerse notar. Y en esta nueva religión, solo por ser mujeres ya son sospechosas de pecados.