lunes, 11 de enero de 2010

[Libro] Las torres de Sancho (Toti Martínez de Lezea)

Otro libro de esos que caen en mis manos sin querer y que me ha enganchado de principio a fin. Bueno, en mi caso, como todos los de Toti, que entre que suceden por estas tierras, con gente antepasada nuestra y con un poco de historia, leyenda y tal, pues es un gustazo leerlas!.
Esta historia además está ambientada cerca de lo que estamos escribiendo (bueno, cada vez está mas parado) sobre el lugar de Garaño. Va de cuando Sancho III Garcés el Mayor heredó el reino de Pamplona. Teje una historia sobre vascones, ritos paganos, traiciones, etc... vamos la vida de estas tierras. Muy entretenida!. Unos breves parrafillos...
De pie, en medio de la sala del hospicio, se hallaba un hombre muy viejo, cuyo cabello blanco y lacio cubría sus espaldas y la barba le llegaba hasta mitad del pecho. Abrigado con una enorme piel de oso y apoyado en un cayado, desafiaba a todos con una mirada muerta. - Llevo todos los años de mi larga vida escuchando a miserables troveros francos contar la hazaña de Roldán y sus caballeros. Su terrible muerte en una emboscada sarracena - prosiguió el viejo en el mismo tono enojado -. Pues sabed todos de una vez que fueron los vascones los que atacaron a los francos para vengar el ataque y la destrucción de Pamplona por ese a quien llamáis gran Carlomagno, que no era mas que un fornicador incestuoso.
[...] El interior de la cueva era de oro puro y la claridad intensa a pesar de que no se veían antorchas ni velas por ninguna parte. Continuó avanzando y entró en una estancia. Una mujer, la más bella que imaginarse pudiera, estaba sentada sobre un escabel y peinaba su cabello, largo hasta el suelo, con un peine también de oro. Sin saber por qué, se inclinó en una profunda reverencia como hubiera hecho delante de una reina y esperó. La dama le hizo una seña para que se aproximara y le colocó un anillo en su dedo índice. Después le indicó con la mano que podía marcharse. Salió de allí caminando hacia atrás, sin volver la espalda, y de pronto se encontró fuera de la gruta sobre las estrellas de la Vía Láctea.

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