martes, 2 de junio de 2009

Rival

Era inevitable perderse con ella en las sábanas que nos inventábamos; más bien, creo que sus manos eran esas sábanas que me acariciaban la espalda.
Como buena portera, paraba todas mis caídas, me marcaba gol de penalti en el último minuto de la próloga y hacía que me fuera a casa sin poder pensar en otra cosa que en el partido que volvía a perder cada noche.
Porque en esta liga sólo existían dos equipos, y uno de ellos era el claro vencedor. Aunque siendo sincero, no quería que hubiese más equipos que el suyo y el mío.
Tampoco había un entrenamiento previo, por lo que los dos íbamos con escasa equipación al día del encuentro, y eso es algo que echaba de menos.
La afición que amenizaba el partido era nuestra risa; el himno, los suspiros y por supuesto no había descanso; era un partido de más de noventa minutos a pleno rendimiento.
¿Normas? La única norma que había, era saltarse cualquiera, sacar tarjeta roja en todo momento y llevarlo todo al límite.
Yo deseaba tanto cada partido del fin de semana como miedo tenía a que la liga terminara...
Olé! Que cosas mas rebonitas que escribe la peña por internet... Como la vida misma!

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