martes, 18 de noviembre de 2008

El forastero

Con un pie apoyado en el estribo y el casquete de red de hierro sobre el muslo, el forastero le dijo: 
- Es un poco tarde para andar sola. 
Tenía una voz potente, por lo que no necesito alzarla. Jimena no se movió.
-Además, hace frío - añadió-. ¿estas sola?
- Yo, eh... estoy esperando.
Él miró de soslayo hacia la oscuridad del bosque. 
-¿Va a venir a buscarte alguien?
Ella negó con la cabeza.
-Entonces será mejor que subas.
El forastero le hizo sitio en la silla.
Jimena no pudo hacer otra cosa que seguir mirando. Reconoció la cota de malla y los colores del escudo de cuero. Y el casquete de red de hierro. Vio que llevaba calzas de invierno, y barba de varios días. Su pelo era tan negro como el del caballo, como las calzas y como el casquete. Y, de cerca, parecía más corpulento, peligroso incluso. 
Iñigo lo habría odiado por ser más grande y fuerte que él. Se habría sentido amenazado.
Jimena se pellizcó en el codo. No era un sueño; el dolor era real: el atractivo forastero seguía allí. Cruzó el claro del bosque antes de que se arrepintiera de su ofrecimiento.
Ahora le importaba montar de la mejor manera en el caballo. Nunca antes lo había hecho, y el vestido que llevaba no ayudaba en absoluto. Tras sopesar las posibilidades, puso un pie en la cincha que agarra la silla por debajo, se agarró a uno de los bultos y de un ágil impulso paso la pierna izquierda al otro lado. Se arregló el vestido y se acomodó en la silla.
- No está mal - señaló él.
Jimena creyó apreciar que parecía sorprendido.
- Gracias - dijo.
Entonces, la manos del forastero, - unas manos grandes y hábiles - la cogieron por detrás de las rodillas para que lo apretase más con los muslos. Estaba intentando recuperarse de la impresión cuando él azuzó al caballo y se pusieron en marcha adentrándose en el bosque.
Jimena notaba los latidos del corazón en la garganta. Se agarró a los costados de la cota de él, mientras iban cada vez más rápido hasta que lo único que tuvo sentido fue abrazarse a aquel hombre como quien se aferra a la vida. Estaba aterrorizada, pero si se hubiesen detenido y él le hubiese propuesto que se bajase, ella se habría negado. Era algo demasiado bueno para dejarlo escapar. 
Jimena quería ir a la ceremonia de la despedida de Iluna, pero sus padres no lo aprobaban. Tuvo que esperar a que su madre y su padre durmiesen placidamente para salir sin llamar la atención.
Era demasiado tarde. No veía la comitiva por ningún sitio, pero decidió ir sola e intentar olvidarse de todo lo que se habla acerca de los habitantes nocturnos del bosque. 
Y entonces apareció él. Y por alguna extraña razón, confió. Y ahora subían rápido por el camino de la urdintxa hacia el dolmen de Korostegui. 
Se preguntó de donde vendría. Se preguntó si podría quedarse, y en caso de quedarse, si lo haría por mucho tiempo. Lo había visto en el castillo, entrenando con la honda. 
Llegaron a un cruce. Ella le indicó el camino, y después volvió a hacerlo cuando llegó el momento de girar otra vez. A esas alturas, había dejado de sentir miedo. Admiraba el modo, en que él controlaba el caballo, y estaba relajada. Tenía la increible sensación de que algo bueno estaba a punto de suceder. Mientras recorrían el último trecho, Jimena supo que todo aquello formaba parte del destino.
-¿Es aquí?- preguntó.
-Sí.
Él la miró intentando hacerse una idea de su rasgos bajo la luz de la luna llena.
-¿vienen muchos conocidos?
Ella desvió la mirada. La dirigió hacia la planicie de Mortxe. 
-Sí - contestó en tono vacilante.
-No quiero hacerte daño - dijo él con amabilidad-. sólo me preguntaba porque no quieres ir con todos. Si no conoces a nadie, yo puedo ir contigo.
-No- repuso ella, y se sintió tonta-. No es necesario. -Pero le gustaba su olor, y le había gustado sentir sus muslos apretados contra él. No quería que se fuese. Se bajó del caballo y dijo-: ¿quieres venir?
Él la miró durante un instante, después hizo con la cabeza un gesto de negación.
-No soy la clase de hombre al que te gustaría tener a tu lado durante mucho tiempo.
Ella miró hacia lo lejos, al grupo que empezaba a danzar alrededor de la hoguera donde se consumía el cuerpo ajado de Iluna. Preguntó:
- ¿Por qué no?
- Porque no, sencillamente.
¿ Por qué?
Él suspiró.
-Porque sólo estoy de paso. Los hombres que están de paso actúan sin pensar. Son solitarios. Y como están solos se vuelven egoistas. Yo soy egoista, esté solo o no.
....

3 comentarios:

David dijo...

Ese Sergio!!!
No hay como picarte!!! de puta madre!!!

Casa Musurbil dijo...

Uy, uy, uyyy. Ya empezamos con los casquetes...

¡Ah!, que es el casquete del mozo (en qué estaría yo pensando)

Estamos metiendo de puta madre los personajes; habría que hacer algo para tenerlos más o menos organizados y así poder hacerles participar en las historias. Por ejemplo, de cada uno apuntar sus características principales, si es padre, madre, hijo, militar o cura. Así evitaríamos errores, ¿no os parece?.
Además, viendo los que hay podemos ver la necesidad de meter nuvos "tipos"; un mariquita, una puta, un enanito del bosque...
¿Qué tal si lo hacemos hoy en la Sociedad mientras "vemos" el partido?

Unknown dijo...

jajaja!

venga.. y que corra esa imaginación!

ole ole!