viernes, 21 de noviembre de 2008

El forastero (y 2)

-¿de dónde eres? - Preguntó Jimena intentando que pareciese algo casual. Ansiaba conocer la respuesta. Él no era de la zona, podía asegurarlo por su manera de hablar. Y también por su aspecto misterioso. No lograba dejar de mirarlo.
-¿te refieres a dónde nací? - preguntó-. En el norte.
-Vaya. ¿Dónde?
-Uskartze. En los límites de la selva de Irati, en los terminos de Salazar.
¡No podía creerlo! Siempre había soñado con ir a Salazar, a Irati, donde se dice que todos los hombres son libres, que los otoños son maravillosos y que puedes escuchar los cantos de las lamias peinandose los cabellos con peines de oro.
- No voy por allí hace tiempo - añadió el forastero.
- ¿tienes familia?
- Me temo que sí.
- ¿Mucha familia?
- Mucha familia - respondió él- muchas responsabilidades, mucho sentimiento de culpa. Como te he dicho. No voy por allí desde hace mucho tiempo.
-¿Y donde has estado?
- Aquí y allí.
- Esos lugares no existen.
Él hizo un ruidito que bien podría haber sido una risa si hubiese abierto la boca. 
-Dime donde- insistió ella.
- Zaragoza, Tudela, Cordoba, Santiago.
-¿y que hacías en todos esos sitios?
- Demostrar que era más listo que cualquier otro.
- ¿Y lo eras?
- Ya lo creo.
-¿Y que haces aquí?.
La miró fijamente a los ojos.
-Intentando descubrir por qué ser un hombre listo no me hace feliz.
-¿Has encontrado la respuesta?
-No. Sigo buscándola.
Ella observó sus ojos, y apreció algo acogedor en ellos.
Pasó un minuto antes de que él dijese:
-Tú no lo crees, ¿verdad?
Ella negó con la cabeza.
- Te ví en el castillo. ¿Lo sabías? -dijo él.
Ella asintió.
-Bueno, no vi a nadie más. - añadió él -. No habría podido. No desde el momento en que te vi.
Jimena no le creía.
-Tuviste que ver a Amagoia - dijo -. Estaba en las escaleras de la torre, viendoos entrenar. Una rubia con...
Hizo un gesto para indicar que Amagoia era exuberante.
- Las rubias no son tan interesantes como las pelirrojas.
Jimena se tocó el pelo, dispuesta a contestar, pero la cara de él le dijo que no lo hiciese. De modo que sonrió, y luego se echó a reir. Después se cubrió la cara con una mano.
Él le bajó la mano.
-Llamas mucho la atención.
De nuevo, habría replicado si él no la hubiese mirado dando a entender que sobraban las palabras. A continuación le miró los pechos; fue sólo un segundo, pero se trataba de una mirada intencionada. 
- Es por el vestido - dijo Jimena.´
Él meneó la cabeza.
-Así que será mejor que me vaya. Hace mucho tiempo que no acudo a un rito de los antiguos.
Su voz era una especie de rugido que casaba con la imagen que ella se había hecho de los salacencos. 
- Por favor- dijo Jimena intentando no parece desesperada.
Pero era tan guapo, y además ella parecía gustarle.
Se pellizcó de nuevo el codo y sintió el dolor. No estaba soñando. Y sí, ella le gustaba. La manera en que la miraba se lo revelaba. Tenía que quedarse. 
- De acuerdo - dijó él -. Sólo para la ceremonia. Si no es demasiado engorro.
Jimena se volvió y recorrió el camino que llevaba hasta el dolmen donde estaban todos reunidos en un respetuoso silencio que precedía a la locura. No miró atrás. Sabía que el forastero le seguiría y que esa noche sería inolvidable...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

siesqueres un romanticón!!!! mis frailes se atrancan con las cocineras en el quicio de la puerta y tus personajes quesi-queno..
En todo caso, respetusoso silencio donde el dolmen nanay, si ya subían bolingas!!!!!!! emmm yo ya los voy a ir bajando de allá arriba , eh? así que si quieres seguir por donde el dolmen, pues eso, date vara que voy.

Anónimo dijo...

salau! yo ya he terminado en el dolmen... aunque si os vais mas agustiko que estará la parejika.. jeje!

a ello! me quedo esperando tu misa...

Casa Musurbil dijo...

Ay, Jimena, que me la pones buena...

Yo sí que voy a estar romántico en la próxima entrega. Jodeeer, la que se está "montando" KaskaKromlech en la balsa; sólo le falta una velica encendida para completar la noche perfecta.

Buf, ¡qué sobrada!. Voy a escandalizar hasta a las piedras, ji, ji.